Pedro Gala escritor

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Lo que esconden sus ojos vidriosos
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Lo que esconden sus ojos vidriosos

Nogales Experience

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Pedro Gala
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Isabel Nogales
jun 03, 2025
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Lo que esconden sus ojos vidriosos
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Cross-post desde Pedro Gala escritor
El martes @Pedro Gala me abrió las puertas de su santuario literario para que publicara este relato. Hoy lo publico aquí. Me siento como si no tuviera derecho a publicar relatos, a escribir ficción. Pero me imagino que es pura resistencia de miedosa empedernida. He aquí un paso que disfruto con vosotros, con el miedo de la mano. Espero que os guste tanto leerlo como a mi me gustó escribirlo. Un abrazo y gracias por estar del otro lado. -
Isabel Nogales

Bienvenida Isabel Nogales – Escribir desde la verdad

Hay personas que escriben para contar historias, y hay otras que escriben para contarse a sí mismas y, en el proceso, nos ayudan a entendernos un poco mejor a los demás.

Isabel Nogales
pertenece a esta segunda categoría.

Desde hoy se suma como autora invitada a Pedro Gala escritor, y no puedo estar más feliz de abrirle esta casa que compartimos con tantas lectoras y lectores que buscan historias con alma.

Isabel escribe sobre cómo superar miedos, derribar límites, reinventarse y soltar identidades, pero lo hace desde un lugar poco habitual: con los pies en la tierra y el corazón en el proceso. En su boletín Nogales Experience, nos ha hablado de la presión de los 27, del duelo que nos cambia para siempre, de los sueños de infancia que se desdibujan… y de esa chispa interior que nos lleva a reinventarnos, incluso cuando no tenemos del todo claro hacia dónde vamos.

Pero también nos hace reír. Porque los jueves toca Tinder. Y en esas anécdotas cómicas y desmitificadoras hay una mirada lúcida y un humor necesario. Porque reírnos de lo que nos pasa es otra forma de escribir con autenticidad.

Aquí, en Pedro Gala escritor, Isabel compartirá algunas piezas personales, otras narrativas, y otras que aún no existen pero nacerán con su estilo único. Sea lo que sea lo que nos traiga, será real. Y de eso se trata: de compartir lo real, sin filtros, con voz propia.

Bienvenida, Isabel. Esta también es tu casa.


Lo que esconden sus ojos vidriosos

Salió temprano por la mañana, como todos los días. A pesar de que se había convertido en algo rutinario le encantaba su trabajo. De hecho, le encantaba esa rutina, ese saber qué viene después, le tranquilizaba, le daba paz. Le daba calma.

Había trabajado para su empresa por más de treinta años. Todavía se acordaba en ocasiones de ese chaval que fue. Con 18 añitos recién cumplidos. No pudo seguir estudiando, pero había conseguido un buen trabajo y había sido partícipe del despegue de la empresa a la que tanto cariño, esfuerzo y tesón le había dedicado. La había visto crecer, había visto cambios de directores y había asistido a varias mudanzas tras las sucesivas ampliaciones de personal. No sería accionista, pero esa empresa era muy suya.

Como era habitual, llegó de los primeros a su departamento. Encendió el ordenador, se colocó la mesa y escribió en su agenda los 3 pendientes más importantes del día, revisó la bandeja de entrada y comprobó que no había nada urgente a lo que atender. Fue a la cocina, se puso su café, se llenó su botella de agua y volvió a su puesto a comenzar la jornada.

Cuando comenzó la primera tarea prioritaria del día no pudo evitar un suspiro.

— Qué tedio -se dijo- ahora a conciliar. Bueno, no pasa nada -se recompuso con una sonrisa- lo hago ahora que estoy más fresco y luego empiezo con el informe, que será mucho más entretenido.

Cuando ya llevaba hora y media conciliando llegó Juan, el nuevo director de administración y contabilidad. Era un chaval joven, bueno, chaval, chaval,… más joven que él, le calculaba unos cuarenta y algo cortos – pero mal llevados. Estar con el ceño fruncido constantemente, trae sus consecuencias en términos de arrugas-.

Juan entró a su oficina sin decir buenos días, como ya era costumbre, y al cabo de un rato lo llamó a filas. Estaba contento porque había podido cuadrar todo antes de las diez y se disponía a comenzar su segunda tarea.

— De acuerdo Juan, déjame que vaya al servicio un momento y, en seguida, estoy contigo.

— Bueno, pero date prisa por favor. Tengo que hablar con todos vosotros y, por antigüedad, eres el primero.

— Si, si Juan. No tardo nada -dije- voy y vengo rapidísimo.

Qué tripa se le habrá roto, se preguntó mientras iba al baño. En fin, voy bien de tiempo, sea lo que sea, puedo asumir un poco más de trabajo, pensó.

Volvió del servicio, tocó a la puerta de la oficina del Director y se dispuso a pasar tras su orden.

— Dime Juan. ¿Qué necesitas? -dijo diligente, como siempre- voy bastante bien con el informe y ya he terminado la conciliación, así que puedo asumir más trabajo.

— No te preocupes por eso ahora, Damián -dijo en tono agradable, un registro que nadie había conocido en la oficina- cierra la puerta y siéntate, por favor. ¿Quieres un café?

— No, no. No te preocupes. Ya me lo he tomado y no me quiero exceder, que luego la tensión, ya sabes.

— De acuerdo. Te pongo agua igualmente.

— Bueno, gracias, Juan. Gracias.

Después de servirme el agua, su semblante adquirió un tono serio. De preocupación. Sus labios apretados se resistían a emitir una sola palabra, pero a su vez, se daba cuenta de mis ojos expectantes. Me estaba empezando a preocupar tanta solemnidad.

— Por favor, Juan. Cuéntame. En qué puedo ayudarte. Qué puedo hacer por ti -dije solícito.

— Damián, no puedes hacer nada. De hecho, nadie puede hacer nada -esgrimió haciendo una pausa inquietantemente larga-. Vamos a reducir plantilla. Vamos a trasladar el departamento de contabilidad y administración a Polonia. Lo siento mucho Damián. Lo siento muchísimo, pero la reducción es radical. Escindimos la empresa y creamos una filial en Polonia que se ocupará de la contabilidad. Solo voy a quedar yo en España, para ir y venir a Polonia y coordinar con el resto de departamentos. Y veremos por cuánto tiempo….

Mi cara se iba descomponiendo a medida que las palabras de Juan avanzaban y, a la vez, solo podía pensar en ese informe… en ese bendito informe que había estado posponiendo durante tres días.

…. Damián, de verdad que lo siento muchísimo. Lo siento muchísimo. No te preocupes, recibirás una muy buena indemnización, 35 años no son cualquier cosa. La empresa agradece mucho tus servicios. Te recompensará…

Bli bli bla bla blu blu…

Sus labios se seguían moviendo, pero era como si un pez me estuviera hablando dentro de una pecera. Mi mente no regía, se quedó en blanco, incapaz de procesar el resto de sus palabras.

Como un autómata mientras Juan seguía hablando, disculpándose, siendo más amable que en toda su vida desde que entró, me levanté y salí andando de la oficina, era como si mis pies levitaran, era como si mi cerebro estuviera dormido, solo podía seguir andando, no pensaba, no procesaba. Creo que mis compañeros me hablaron al salir cual zombi, pero no escuchaba, apenas oía, solo podía seguir andando.

Salí sin abrigo, en mangas de camisa, solo con la cartera, las llaves de casa y el teléfono en los bolsillos.

Me crucé con Javi en la recepción, creo que soltó una de sus habituales bromas que normalmente me hacían retorcerme de risa, pero seguí andando, sin hablar, sin saludar, sin sonreír, siguiendo mi camino de vuelta a la estación de metro en la que llevaba bajándome cada mañana durante los últimos 12 años de mi vida.

Esperé en el andén a que llegará el metro, entré y me senté. No tenía conciencia de mi postura corporal, ni de mis ojos, ni de mi cara. En ese momento solo existía, solo era un mueble depositado sobre el asiento de ese frío vagón de luz blanquecina. Una materia inerme. No tenía nada que hacer, ni que decir. No tenía a donde ir. Sólo horas por delante hasta que se acabase el día, ese informe que había estado postergando… ¿qué importaba ahora?

Seguí sumido en mi miseria unas cuantas paradas más, sin comprender lo que estaba ocurriendo dentro de mi mente, de mi alma, de mi exigua voluntad. Creo que hacía tres paradas que se había pasado la mía, pero seguía allí. Sentado en ese vagón, rodeado de desconocidos inmersos en sus propios pensamientos y ajetreadas vidas.

Llegamos a otra estación y se bajaron y subieron pasajeros. Noté que una persona se disponía a sentarse a mi lado y recompuse mi postura, para ocupar solo mi siento. Noté una mirada, un calorcito agradable me recorrió la mano derecha, miré hacia mi derecha. Era una ancianita de unos 90 años, iba sola. La miré a sus ojos de iris desgastados. Eran tiernos, dulces, acogedores, extremadamente comprensivos. Me esbozaba una media sonrisa, vi como sus labios se movían, pero me costó procesar lo que decían. Mis pestañas cayeron lentamente y a continuación noté una riada de fuego corriendo por mis mejillas, era como lava incandescente, en forma de tristeza líquida que empezaba a gotear en mis perneras, el dorso de mi mano, mi camisa.

De repente me di cuenta de que ella ya no estaba, se había bajado no se si en la previa o en una anterior estación. No sé cuánto tiempo paso después de ver esos ojos dulces y sentir esa mano cálida sobre la mía, pero mi cerebro empezó a procesar lo que había ocurrido, las palabras de Juan y de esa adorable viejecita.

— Hijito. Esto también pasará. No te preocupes, porque pasará.

Esas fueron las palabras de la adorable anciana.

Y sí, pasaría, pero ahora me dolía muy hondo.

Cuando reaccioné estaba al final de la línea 10, en tres olivos. Menos mal que había que hacer cambio de línea, sino hubiera terminado en Alcobendas.

Cuando terminé de llorar amarga y quietamente, me recompuse. Empecé a discernir de nuevo. Me limpié la cara y me soné los mocos con un pañuelo. Acto seguido tomé el camino de vuelta a casa.

Despedido a los 53. ¿Quién me lo iba a decir?

Pero, sí. Imagino que la ancianita tendría razón. Esto también pasará.

No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista.

Efectivamente, esto pasará.

Damián, tú eres un tío resiliente.

Descansa. Estás de duelo.

Mañana será otro día.


Nota de la autora: Gracias

Pedro Gala

por cederme este espacio para dar rienda suelta a mi faceta de escritora de relatos ❤️

Muchas gracias

Isabel Nogales
por habernos hecho compañía en Pedro Gala escritor nuestras puertas siempre estarán abiertas para ti.

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Una publicación invitada por
Isabel Nogales
Escribo sobre cómo superar miedos, derribar límites, reinventarte y soltar identidades, mientras disfrutas del proceso. Los jueves son día de anécdotas Tinder de lo más anti-románticas y con un punto cómico 😉
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