El enigma de los diamantes sangrientos- Parte 2
Carmen Navarro detective
El puerto de Valencia es un enjambre de contenedores, grúas y luces mortecinas que parpadean entre la neblina salina. Carmen y Arturo se mueven con sigilo entre las sombras. Saben que “El Pastor” no es un simple contrabandista. Es un estratega. Y si Antonio Sánchez tenía razón, los diamantes están a punto de salir del país.
—No me gusta esto —murmura Arturo, ajustando el abrigo sobre su arma.
—No estamos aquí para que te guste —responde Carmen sin apartar la vista del contenedor señalado.
Algo no encaja. Demasiado silencio. Demasiada calma.
Carmen se acerca a la puerta del contenedor y desliza la linterna de su móvil por la rendija. Dentro hay cajas apiladas. Saca la pistola y asiente a Arturo. Él fuerza la cerradura con una palanca. La puerta chirría al abrirse.
El hedor a sangre les golpea de inmediato.
Entre las cajas hay un cuerpo. Antonio Sánchez. Su rostro, irreconocible por los golpes. Su pecho, abierto en canal.
—Joder… —susurra Arturo.
Pero Carmen no mira el cadáver. Mira el mensaje escrito con sangre en la pared del contenedor:
“Llegáis tarde.”
Los diamantes ya no están allí.
—Nos han tendido una trampa —dice Carmen con los dientes apretados.
Y entonces lo escucha.
Un chasquido seco. Un seguro de pistola deslizándose.
—¡Carmen, al suelo! —grita Arturo.
El primer disparo impacta contra la pared metálica. Carmen rueda detrás de unas cajas mientras Arturo responde con su arma. Los fogonazos iluminan las siluetas de varios hombres armados en la entrada del contenedor.
—¡Mierda! ¡Nos han rodeado! —gruñe Arturo, disparando a ciegas.
Carmen levanta la vista. Hay una pasarela metálica sobre ellos. Si logran subir…
—¡Sígueme! —ordena, corriendo hacia una escalera lateral. Arturo le cubre mientras ella trepa.
Arriba, la pasarela cruje con cada paso. Carmen se gira y dispara dos veces. Un sicario cae al suelo con un grito ahogado. Los demás responden con fuego.
—¡Nos tienen acorralados! —dice Arturo, encajado contra la barandilla.
Pero Carmen ya está buscando otra salida. Su mente trabaja rápido. Si “El Pastor” los quiere muertos, significa que están cerca. Demasiado cerca.
Entonces ve algo.
Un coche negro al final del puerto. Luces encendidas. Un hombre de espaldas, hablando por teléfono.
—El Pastor… —susurra.
Y sin pensarlo, salta de la pasarela, aterrizando sobre un contenedor.
—¡Carmen, espera! —grita Arturo, pero ella ya está en movimiento.
Corre entre los contenedores, esquivando disparos. Su objetivo es claro: llegar a ese coche antes de que desaparezca.
Pero el coche arranca.
Carmen dispara. Un neumático revienta. El vehículo derrapa.
Se acerca con el arma en alto. Pero el conductor ya no está. Solo queda el móvil del asiento delantero, con la llamada aún activa.
Lo toma. Lleva el auricular a su oído.
Silencio.
Luego, una voz distorsionada.
—Eres persistente, Navarro. Pero estás jugando un juego que no puedes ganar.
El Pastor.
Carmen aprieta la mandíbula.
—Veremos quién gana cuando te ponga una bala entre los ojos.
La risa al otro lado de la línea es fría.
—Ya veremos quién caza a quién.
Clic.
La llamada se corta.
Arturo llega jadeando, con la pistola en la mano.
—¿Lo viste?
Carmen guarda el móvil en su bolsillo y mira el horizonte.
—No. Pero él nos ha visto a nosotros.
El caso de los diamantes sangrientos acaba de volverse personal.
CONTINUARÁ…
Cuánta acción en un segundo capítulo!!! Y cuántas incógnitas!!